cuarto oscuro
REVELACIONES
La belleza está en lo que no miras
Aprender a ver lo extraordinario en lo común.
A veces pienso que la cámara no sirve para capturar lo que vemos, sino para recordarnos todo lo que dejamos de mirar.
Nos acostumbramos al milagro: a la luz que cambia cada minuto, a los objetos que nos acompañan sin hacer ruido, a los gestos pequeños que sostienen la vida.
La belleza cotidiana es la más silenciosa.
No pide atención, pero espera ser vista.
Y cuando empiezas a entrenar el ojo para encontrarla, todo se vuelve más nítido.
Más real.
El ojo como músculo
No hace falta viajar ni buscar escenarios perfectos.
La belleza está en el vaso de agua medio lleno, en la sombra que deja la persiana sobre una mesa, en el vapor que sube del café cuando amanece.
Todo puede ser una foto, si estás dispuesta a detenerte.
Fotografiar lo cotidiano no es aburrido.
Es un acto de presencia.
Un recordatorio de que el arte también se esconde en lo doméstico, en lo que sucede mientras la vida pasa sin avisar.
Crear desde lo simple
Cuando te das permiso para mirar así,
la cámara se convierte en una lupa del alma.
Empiezas a entender que cada cosa tiene su ritmo, su textura, su forma de ser observada. Y que la creatividad no viene de lo que buscas, sino de lo que permites que te encuentre.
🎓 → Curso de fotografía creativa: para volver a mirar el mundo con ojos nuevos.
💬 → Mentoría individual 1:1: para acompañarte a construir tu propio lenguaje visual desde lo cotidiano.
📷 → Sesión personalizada individual: para reconectar con la inspiración desde tu día a día.
Lo cotidiano no es lo opuesto a lo mágico.
Es su escondite. Y la cámara —cuando la usas con alma— es la llave que lo abre.
El proceso también es la obra
El proceso también es la obra
No estás perdida, estás creando.
Hay una parte del proceso creativo que nadie muestra.
Ese tramo donde no hay claridad, donde las ideas son torpes, donde lo que haces todavía no se parece a lo que imaginas.
Ahí es donde la mayoría se detiene.
Pero justo ahí —en esa niebla— es donde empieza la verdadera creación.
La cultura del resultado nos ha hecho olvidar el valor del tránsito.
Queremos el proyecto terminado, el aplauso, la certeza.
Pero el arte no nace del control, sino del riesgo.
Del no saber.
Del permitirte seguir caminando aunque no tengas mapa.
Crear es quedarse en ese espacio intermedio, entre lo que fue y lo que todavía no es.
Y sostenerlo sin huir.
Lo invisible también cuenta
A veces creemos que solo vale lo que se ve: la exposición, el portfolio, el video publicado.
Pero todo lo invisible —las dudas, los borradores, las fotos que nunca mostraste— también forman parte de tu obra.
Son la base silenciosa de lo que terminará siendo visible.
Por eso me gusta pensar que cada vez que fotografío, escribo o grabo sin saber a dónde va, estoy alimentando ese subsuelo creativo del que todo nace.
Deja que el proceso te transforme
El arte no cambia solo tus obras: te cambia a ti.
Cada proyecto te enseña algo sobre tus ritmos, tus límites, tus deseos.
Y aunque a veces parezca que no avanzas, en realidad te estás afinando.
🎓 → Curso de fotografía creativa: para reconectar con el proceso, no solo con el resultado.
💬 → Mentoría individual 1:1: para acompañarte en ese tránsito entre el caos y la claridad creativa.
📷 → Sesión personalizada individual: si sientes que estás en un punto de cambio y necesitas dirección.
El proceso también es la obra.
No es un paréntesis: es el corazón.
Y aunque a veces duela no ver todavía el resultado, confía:
lo que estás viviendo ahora será el material más honesto que tendrás para crear después.
El miedo a mostrarse
Hay un instante invisible entre terminar una obra y decidir compartirla.
Un silencio, una tensión en el pecho, una vocecita que pregunta:
“¿Y si no es suficiente?”
El miedo a mostrarse es el fantasma más silencioso del proceso creativo.
Te acompaña cuando editas, cuando escribes, cuando grabas, cuando haces fotos.
Y aunque parezca que se disfraza de perfeccionismo, en realidad es otra cosa:
el miedo a ser visto de verdad.
Crear es un acto íntimo.
Mostrarlo, uno de entrega.
Y a veces, duele.
Pero también ahí —justo en esa grieta— es donde empieza el arte.
Porque lo que compartes no es solo una imagen o un texto: es una parte de ti que decide respirar afuera.
Lo que no se muestra, se marchita
Guardarse lo que uno hace puede parecer prudente, pero con el tiempo se vuelve asfixiante.
El arte necesita aire.
Y el aire se llama compartir.
No para gustar, sino para conectar.
Mostrar tu trabajo no te quita poder: te lo devuelve.
Te permite verte desde fuera, comprenderte, evolucionar.
Y en ese espejo que son los ojos de otros, entender también de qué estás hecha.
Cómo aprendí a soltar
Durante años tuve carpetas llenas de proyectos que nunca salieron a la luz.
Hasta que entendí que no se trata de estar lista, sino de estar presente.
De mostrar lo que eres hoy, aunque mañana cambies.
📷 → Curso de fotografía creativa: para aprender a mirar, crear y compartir sin miedo.
💬 → Mentoría individual 1:1: para acompañarte a construir confianza y propósito en tu proceso creativo.
🎥 → Sesión personalizada individual: un espacio íntimo para desbloquearte y volver a disfrutar de lo que haces.
Mostrarte no es una debilidad.
Es un acto de poder.
Dejarte ver con tus luces y tus sombras, con tus dudas y tus certezas,
es el modo más honesto de decir: esto soy, y esto estoy creando ahora.
Porque lo valiente no es crear.
Lo valiente es compartirlo.
Encontrar tu propio idioma visual
Encontrar tu propio idioma visual
Cuando la cámara se convierte en una extensión de tu voz Llega un momento en el camino creativo en que copiar deja de servirte.
Has probado filtros, estilos, poses, referentes.
Y, de repente, todo te suena igual.
Tu ojo pide otra cosa.
Algo más tuyo. Ahí empieza el verdadero trabajo: encontrar tu propio idioma visual.
Ese conjunto de gestos, colores, texturas, ritmos y silencios que solo tú puedes traducir en imágenes. No se trata de inventar nada nuevo.
Se trata de recordar cómo mirabas antes de saber lo que era “correcto”.
De volver al impulso inicial.
De hacer fotos que se parezcan a cómo piensas, cómo sueñas, cómo respiras.
Crear desde lo que eres
Cada mirada es una biografía visual.
Tus obsesiones, tus heridas, tus rituales, tu forma de moverte por el mundo… todo está ahí.
La cámara no hace magia: solo amplifica lo que ya existe. Por eso, en mis procesos creativos no hablo de “estilo”, sino de identidad.
Esa voz silenciosa que se repite en cada disparo y que poco a poco va formando un universo reconocible. 🎓 → Curso de fotografía creativa: para volver a mirar desde la emoción, no desde la técnica.
El proceso no es lineal
Habrá etapas confusas.
Fotos que ya no te gusten.
Épocas en las que no sabrás quién eres dentro de tu obra.
Pero eso también forma parte del lenguaje.
Porque la coherencia no se busca: se construye a lo largo del tiempo. 💬 → Mentoría individual 1:1: para acompañarte a encontrar y fortalecer tu dirección creativa.
Crear con propósito
Cuando entiendes por qué haces fotos, todo se ordena.
Dejas de buscar “likes” y empiezas a buscar sentido.
El lenguaje visual no se impone: se cultiva.
Y mientras más lo cuidas, más se vuelve hogar. 📷 → Sesión personalizada individual: un espacio íntimo para reencender tu mirada y volver a disfrutar del proceso creativo.
No existe una fórmula para encontrar tu voz, pero sí una certeza:
nadie puede contar el mundo como tú lo ves.
Tu mirada es el idioma más sincero que tienes.
Y cada vez que haces click, el universo se traduce un poco más a tu favor.
Aprender a mirar de nuevo
Aprender a mirar de nuevo
La cámara no ve, traduce lo que tú miras A veces creo que la fotografía no se trata de mirar más, sino de mirar mejor.
De aprender a quedarte quieta frente a lo obvio, hasta que lo invisible se revele. Vivimos saturados de imágenes.
Todo está diseñado para que mires rápido, para que no te detengas.
Pero la verdadera fotografía sucede cuando la mirada se ralentiza.
Cuando observas un reflejo en la taza de café, una sombra en la pared, una arruga nueva en tu rostro,
y entiendes que eso también es una historia.
El ojo se entrena como un músculo
No con cámaras nuevas, sino con curiosidad.
Cada día intento mirar algo como si fuera la primera vez:
la luz que cae sobre una silla, el vapor que sale de una olla, el rostro de alguien que amo.
No hace falta viajar lejos para encontrar belleza:
solo hace falta cambiar la forma en que miras lo cerca. 📸 → Esta es la cámara ligera que llevo siempre encima (afiliado Amazon)
🕯️ → Mi cuaderno visual donde anoto lo que observo cada día (afiliado Amazon)
Lo técnico viene después
Cuando la emoción aparece, la técnica se ordena sola.
La luz, el enfoque, la exposición… todo se ajusta al servicio de lo que sientes.
Por eso me gusta enseñar fotografía desde el cuerpo, no desde los botones. 🎓 → Curso de fotografía creativa
💬 → Sesión 1:1 para entrenar tu mirada y encontrar tu voz visual
Mirar también es sanar
Fotografiar se parece mucho a meditar.
A veces disparo no para guardar una imagen, sino para entender algo.
El acto de mirar con atención es una forma de volver al presente,
de reconciliarme con lo que soy.
La cámara no es una máquina para producir belleza.
Es un espejo que te devuelve tu forma de estar en el mundo.
Y cuando aprendes a mirar de nuevo, todo —absolutamente todo— se vuelve materia fotográfica.
3 películas visualmente espectaculares
3 películas visualmente espectaculares
Cuando cada plano es una obra de arte Hay películas que no solo se ven: se sienten en la piel.
Cada encuadre parece pensado por un pintor, cada color cuenta una historia, cada movimiento de cámara respira con intención.
Estas tres películas me recuerdan por qué amo tanto mirar, por qué la fotografía y el cine son ramas del mismo árbol.
1. The Grand Budapest Hotel — Wes Anderson
Un mundo ordenado por el caos más bello.
Wes Anderson convierte cada plano en una composición perfecta: la paleta rosa, los uniformes burdeos, los encuadres simétricos, la textura del tiempo pasado.
Mirar esta película es entrar en una casa de muñecas donde todo está donde debe estar, y sin embargo, todo duele un poco.
Su dirección de arte es una lección sobre equilibrio visual, humor melancólico y ritmo poético. 🎨 Cada vez que edito una foto y busco coherencia cromática, pienso en The Grand Budapest Hotel.
Me enseña que la armonía no es frialdad, sino precisión emocional. 📀 → The Grand Budapest Hotel – Edición Blu-ray (afiliado Amazon)
📚 → The Wes Anderson Collection – Libro de arte (afiliado Amazon)
2. 2001: A Space Odyssey — Stanley Kubrick
Kubrick entendía la luz como un lenguaje propio.
2001 no envejece porque no intenta imitar el futuro: lo imagina desde la abstracción.
Sus colores son litúrgicos, sus encuadres matemáticos, su ritmo hipnótico.
Verla es una experiencia casi espiritual, donde el vacío del espacio se convierte en espejo del ser humano. Cuando fotografío con mucha simetría o busco un silencio visual, pienso en Kubrick:
cómo logra que lo inerte parezca vivo, y que lo inmenso se sienta íntimo. 🚀 → 2001: Una odisea del espacio – Edición restaurada (afiliado Amazon)
📘 → Kubrick: The Definitive Edition – Libro visual (afiliado Amazon)
3. In the Mood for Love — Wong Kar-wai
Color, ritmo, silencio y deseo.
Todo en esta película es un suspiro que se prolonga.
Las luces rojizas, los reflejos en los espejos, los movimientos lentos por pasillos estrechos… todo está coreografiado como una danza de contención. Wong Kar-wai me enseñó que la belleza puede ser mínima, que una sombra o un gesto bastan para contar una historia de amor.
Que el color puede ser emoción pura. 🌹 → In the Mood for Love – Blu-ray Criterion Collection (afiliado Amazon)
📖 → Wong Kar-wai: World of Last Things – Ensayo visual (afiliado Amazon)
El cine es una escuela de mirada.
Estas tres películas me recuerdan que cada foto puede ser también una escena,
y que detrás de cada encuadre perfecto hay un pulso, un temblor, una historia que quiere ser contada.
📷 Si quieres aprender a trasladar esa mirada cinematográfica a tus fotos:
→ Mi curso de fotografía creativa
→ Mentoría individual 1:1
Energía creativa: cómo cuido mi cuerpo para seguir creando
Energía creativa: cómo cuido mi cuerpo para seguir creando
Siempre he pensado que la creatividad también se entrena.
No solo con ideas, sino con energía.
Porque el ojo no ve igual cuando estás agotada, ni el cuerpo responde igual cuando llevas horas editando, grabando o cargando equipo bajo el sol.
Mi trabajo —como fotógrafa, creadora y profesora— exige presencia.
Estar. Observar. Escuchar.
Y para eso necesito un cuerpo que acompañe al ojo, no que lo arrastre.
Desde hace meses, he empezado a cuidar mi energía con más conciencia.
No desde la exigencia, sino desde el ritual.
Desayuno tranquilo, luz suave, cámara cerca y —últimamente— los suplementos de Be Levels, que me ayudan a mantener ese equilibrio entre enfoque, claridad y descanso.
🧠 → Be Levels Focus me ayuda a concentrarme en los días largos de edición.
🌙 → Be Levels Relax me acompaña por las noches, cuando quiero que la mente suelte la lista infinita de pendientes.
💪 → Be Levels Vital es mi ritual de mañana antes de salir a fotografiar.
(Código de descuento: BEBOFI para un 5% off)
No lo pienso como “tomar suplementos”, sino como una forma más de mantener viva la cámara interior:
esa que observa, que siente, que traduce el mundo en imágenes.
Cuidar mi energía es cuidar mi mirada.
Y entender que crear también es un acto físico.
📷 Si estás en ese punto en que la inspiración va más rápido que tu cuerpo, quizá te pase lo mismo que a mí:
crear no se trata solo de producir, sino de sostenerse.
✨ Usa mi código BEBOFI en Be Levels para probar lo que a mí me ha cambiado mi ritmo de trabajo y descanso.
De pasión a profesión: convierte tu pasión y hobbies en dinero
De pasión a profesión: convierte tu pasión y hobbies en dinero
Empezamos por el principio: ¿qué haces cuando algo que amas ocupa cada vez más espacio en tu vida?
Cuando fotografiar, escribir, cocinar, editar vídeos o diseñar ya no es solo un pasatiempo, sino una necesidad interior.
La pregunta surge inevitable: ¿puedo vivir de esto? La respuesta es sí, pero no sucede de la noche a la mañana.
Convertir tu pasión en profesión es un proceso: requiere estructura, constancia y una mezcla de amor y estrategia.
1. Aprende a ponerle valor a lo que haces
Lo que para ti puede parecer “solo una foto”, para otros puede ser un recuerdo imborrable, una pieza de arte o el branding de su empresa.
Cuando reconoces el valor de tu mirada, dejas de regalar tu tiempo. 📷 Si lo tuyo es la fotografía, empieza por aprender a crear con intención:
→ Curso de fotografía creativa
2. Construye un espacio donde mostrarte
Nadie va a descubrirte si no compartes tu trabajo.
Un blog, un perfil de Instagram, una web sencilla: lo importante es que tengas un lugar que funcione como escaparate.
No necesitas lo último en tecnología, solo herramientas básicas que te den constancia. 💻 → Mira este disco duro portátil para guardar todos tus proyectos (afiliado Amazon)
🖋️ → Agenda creativa para planificar tu proceso (afiliado Amazon)
3. Diversifica: no pongas todos los huevos en la misma cesta
Monetizar tu pasión no significa depender de un solo ingreso.
Puedes ofrecer servicios (fotografía, diseño, sesiones), productos digitales (ebooks, presets, cursos), colaboraciones con marcas o incluso afiliados. 🌿 Ejemplo real: en mi propio camino combino
– Cursos online
– Mentorías individuales
– Sesiones 1:1
– Afiliados con mis herramientas favoritas 👉 Mentoría individual para proyectos creativos
4. Equilibra arte y negocio
La parte difícil no es crear, sino sostenerse.
Aprende lo justo de gestión, facturación y organización para que tu pasión no se convierta en caos.
El dinero no mata la creatividad: le da espacio para crecer sin miedo. 📚 → Libro recomendado sobre freelancing y creatividad (afiliado Amazon)
Transformar tu pasión en profesión no es un salto al vacío, es un puente.
Un puente hecho de confianza, estrategia y amor por lo que haces.
Y lo más bonito: en ese camino no pierdes tu hobby, lo expandes.
Revelar no pasa de moda
REVELAR NO PASA DE MODA
El cuarto oscuro sigue latiendo en pleno siglo XXI
En un mundo que corre hacia lo instantáneo, revelar fotografía analógica es un acto de resistencia.
Es elegir la lentitud.
Es aceptar que la magia no está en el “clic” inmediato, sino en el tiempo de espera, en el silencio húmedo del cuarto oscuro, en el olor químico que marca el inicio de un ritual.
Revelar no es nostalgia, es presente.
Es el modo más físico de recordar que la imagen no es solo luz: también es materia.
Un negativo se toca, se cuida, se cuelga con pinzas como si fuera ropa limpia secándose al sol.
Lo bello es que revelar no necesita un laboratorio enorme ni máquinas industriales.
Hoy basta con unos pocos objetos que convierten tu casa en un templo de luz y sombra:
🧪 → Líquido fijador
Cada vez que sumerjo el papel en el revelador, siento que estoy participando de algo ancestral. Como si millones de fotógrafos a lo largo del tiempo hubiesen repetido el mismo gesto, confiando en que la imagen aparezca.
Revelar es también una metáfora: todo lo que importa en la vida necesita oscuridad, paciencia y cuidado antes de ver la luz.
📷 Si quieres aprender a mirar y crear con este espíritu lúdico:
→ Mi curso de fotografía creativa
→ Sesiones 1:1 para explorar tu estilo con objetos y luz
Mis 3 libros favoritos de fotografía
Mis 3 libros favoritos de fotografía
Los que siempre vuelvo a abrir cuando necesito recordar por qué hago fotos Hay libros que son como casas: vuelves a ellos una y otra vez, y siempre encuentras una ventana nueva abierta.
En fotografía, algunos títulos se han convertido en mi refugio y mi brújula. No me enseñan solo técnica: me enseñan a mirar distinto, a recordar que cada imagen es también una forma de escribir el mundo. Hoy comparto mis tres favoritos, los que nunca se quedan demasiado tiempo en la estantería.
1. La cámara lúcida – Roland Barthes
No es un manual. Es un ensayo íntimo sobre lo que significa una fotografía: la herida, la presencia, el recuerdo.
Barthes habla de su madre, de la memoria, de lo que nos duele y nos salva cuando miramos una imagen.
Este libro me enseñó que la fotografía no es solo un acto técnico, sino un acto existencial. 📖 → Ver “La cámara lúcida” en Amazon (afiliado)
2. Magnum Contact Sheets – Varios autores
Este libro es una joya porque muestra las hojas de contacto de algunos de los fotógrafos más importantes del siglo XX. Ves sus descartes, sus pruebas, sus dudas.
Me inspira porque nos recuerda que detrás de cada imagen icónica hubo errores, tanteos, caminos fallidos. La genialidad está en el proceso, no solo en el resultado. 📖 → Ver “Magnum Contact Sheets” en Amazon (afiliado)
3. On Photography – Susan Sontag
Un clásico que me acompaña siempre. Sontag escribe sobre cómo la fotografía cambia nuestra forma de relacionarnos con el mundo, con la memoria, con la muerte.
Es un libro que a veces incomoda, pero siempre ilumina. Y cada vez que lo releo, encuentro preguntas nuevas. 📖 → Ver “On Photography” en Amazon (afiliado)
Estos tres libros me recuerdan que la fotografía no es solo capturar, es pensar, sentir, recordar.
Que cada imagen es un espejo y un misterio.
📷 Si quieres empezar a mirar con más profundidad:
Qué hacer y no hacer cuando disparas una fotografía
Qué hacer y no hacer cuando disparas una fotografía
Pequeñas reglas invisibles que sostienen la magia Disparar una foto parece un gesto sencillo: apretar un botón.
Pero detrás de ese clic hay un mundo entero: la emoción, la mirada, la luz, la técnica.
Con los años he aprendido que no hay recetas universales, pero sí gestos que ayudan y errores que conviene evitar.
Lo que sí hacer ✦
Respira antes de disparar
La calma se nota en la imagen. Una respiración profunda puede ser la diferencia entre una foto tensa y una foto viva. Observa la luz antes que la cámara
Mira dónde entra, cómo se refleja, qué sombras dibuja. La cámara solo traduce lo que tus ojos ya han visto. Acércate más de lo que crees
Muchas veces la foto pide proximidad, detalle, confianza. No te quedes lejos por miedo. Juega con lo que tienes
Un espejo, un vaso, un reflejo en el cristal. La creatividad empieza cuando dejas de esperar condiciones perfectas. Dispara de más, pero elige de menos
Haz muchas fotos, pero muestra solo las que realmente hablan. La edición es parte del lenguaje.
Lo que no hacer ✦
No te obsesiones con la técnica
La perfección técnica sin emoción es solo un archivo correcto. La imperfección a veces cuenta más. No copies lo que ya viste
La comparación mata la voz propia. Inspírate, sí, pero recuerda: nadie más ve el mundo como tú. No ignores el fondo
Una escena puede arruinarse por un detalle detrás. Mira más allá del sujeto, cuida el entorno. No dispares con prisa
La foto también es un acto de espera. Lo que buscas puede aparecer un segundo después. No tengas miedo a borrar
Guardar todo genera ruido. Quédate con lo que realmente sostiene tu visión.
📸 Para estas prácticas, no necesitas un arsenal de equipo, solo lo esencial bien elegido:
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La fotografía es un equilibrio: entre control y entrega, entre lo que sabes y lo que no puedes prever.
Y esas pequeñas decisiones —qué hacer y qué no hacer— son lo que termina dibujando tu mirada.
Jugar con la fotografía: magia con objetos cotidianos
Jugar con la fotografía: magia con objetos cotidianos
El mundo es un laboratorio visual esperando a ser explorado
A veces creemos que necesitamos el mejor objetivo, la cámara más nueva o un arsenal de accesorios para crear fotos diferentes.
La verdad es que muchas de las imágenes más poéticas y sorprendentes que he hecho han nacido jugando con lo que tenía a mano.
La fotografía no solo capta el mundo: también lo distorsiona, lo refracta, lo multiplica.
Y ahí es donde los objetos cotidianos se convierten en pequeños portales creativos.
Un colador de cocina
Un colador metálico delante de la lente convierte la luz en un patrón de estrellas diminutas. Puedes jugar con la distancia y la posición para crear efectos de textura, sombras misteriosas y destellos.
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Un espejito de bolso
Colocar un espejo pequeño frente a la lente abre puertas: puedes duplicar la escena, generar reflejos inesperados o enmarcar el mundo en un ángulo imposible.
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Un caleidoscopio infantil
Parece un juguete, pero en fotografía es un oráculo visual. Al ponerlo delante de la cámara, la realidad se rompe en geometrías, colores y repeticiones hipnóticas.
🔮 → Caleidoscopio creativo (afiliado Amazon)
Vasos de cristal
Un vaso transparente frente a la lente puede generar distorsiones, brillos líquidos y desenfoques orgánicos. Si es de colores, la escena se tiñe como si hubieras puesto un filtro analógico.
🥂 → Set de vasos de colores (afiliado Amazon)
Un prisma o cristal decorativo
Los prismas de vidrio convierten la luz en arcoíris y reflejos mágicos. Es uno de mis objetos favoritos para experimentar porque nunca repite el mismo efecto dos veces.
🌈 → Prisma de cristal para fotografía (afiliado Amazon)
Una simple tela
Colocar una tela translúcida entre la cámara y el objeto crea un velo poético, como si la escena estuviera envuelta en niebla. Es un recurso sencillo para generar intimidad.
🕊️ → Tela translúcida blanca (afiliado Amazon)
La fotografía no siempre se trata de perfección técnica.
A veces, lo más bello aparece cuando juegas, cuando dejas que la cámara sea un niño curioso con un caleidoscopio en las manos.
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Dalí y Gala: un pacto de arte, amor y misterio
Visitar el castillo de Púbol es entrar en un hechizo.
Las paredes guardan un silencio extraño, como si cada piedra hubiese escuchado secretos demasiado grandes para contarse en voz alta.
Ese castillo no era solo un refugio: era un pacto.
Dalí regaló a Gala este lugar como quien entrega un altar. Pero no era un regalo cualquiera: le prometió que no entraría sin su permiso escrito. El genio del surrealismo, el hombre que se creía eterno, se arrodillaba ante la figura de Gala como si fuese sacerdotisa y oráculo.
En esas estancias todavía se percibe lo esotérico, lo ritual, lo oculto.
Dalí y Gala no vivieron el arte como un oficio, sino como una religión secreta.
Se rodeaban de símbolos, tarot, astrología, alquimia, sueños y obsesiones místicas. Creían en el poder de las imágenes como portales, como llaves.
Gala, tan enigmática como un arcano mayor, era más que musa: era médium, estratega, sacerdotisa de ese universo surrealista. Dalí decía que sin ella no habría sido Dalí. Que era su guía, su obsesión, su espejo.
Ella lo anclaba en la tierra y a la vez lo empujaba al abismo.
Caminar por el castillo es recorrer un escenario de devoción esotérica:
espejos que parecen puertas a otros mundos, muebles cargados de símbolos, jardines que aún susurran bajo las sombras.
Todo habla de un amor que fue también una conspiración artística y espiritual.
📸 Cuando fotografío estos espacios, siento que no estoy haciendo un simple registro documental.
Es como si cada encuadre fuese una invocación: el intento de atrapar la energía de dos seres que convirtieron su vida en obra de arte total.
Dalí y Gala vivieron entre la frontera del arte y la magia.
Y en Púbol, ese límite todavía arde en las paredes.
La fermentería Coxala
Esta semana he visitado la fermentería más guay del mundo: Coxala.
Un espacio que parece construido a contratiempo de lo que solemos vivir: sin prisas, sin atajos, sin maquillar procesos. Allí el tiempo manda, y lo humano se adapta a él, no al revés.
Entrar en la fermentería es entrar en otra lógica. Los frascos respiran despacio, las burbujas suben como si fueran relojes diminutos marcando un ritmo distinto. Todo está vivo y, sobre todo, todo está cuidado.
Probé su ginger beer y entendí que no era solo bebida. Era la condensación de muchas decisiones invisibles: elegir bien los ingredientes, dejar que la fermentación haga lo suyo sin forzarla, escuchar lo que pide el proceso. El resultado es fresco, saludable y con carácter, pero lo que realmente impacta es sentir que se ha hecho con cariño.
Detrás de todo está el padre del proyecto, una persona visionaria que piensa en círculo, no en línea recta. Habla de naturaleza, de entorno, de comunidad. Para él no se trata solo de fermentar, sino de encontrar maneras de que cada gesto sea sostenible y, a la vez, nutritivo para el mundo que le rodea. Nada se desperdicia, nada se exprime. Todo vuelve.
Y pensé: qué diferente sería todo si trabajáramos con esa filosofía.
Porque la forma en la que hacemos las cosas pesa tanto como el resultado. Puedes llegar a una foto, a un texto, a un proyecto creativo, de muchas maneras. Hay un camino rápido, atropellado, que agota y deja residuos. Y hay otro lento, atento, circular, donde lo que construyes nutre algo más grande que tú.
Me traje una certeza: no se trata de correr, se trata de escuchar al proceso.
De respetar los tiempos.
De no buscar atajos que nos dejen vacíos.
La fermentación me recordó que la vida también es eso: un proceso que burbujea a su ritmo, que necesita paciencia, constancia y un poco de fe en lo invisible.
Y cuando las cosas se hacen con mimo, se nota.
En el sabor, en la energía, en la huella que dejan.
Las visitas…
Vivir fuera es habitar una frontera invisible. Estás dentro de una nueva vida, pero al mismo tiempo lejos de la que conocías. Te acostumbras a otras calles, a palabras que se pronuncian distinto, a rutinas que se van pegando poco a poco a tu piel. Y, de repente, llegan las visitas.
Una visita no es solo alguien que cruza un mapa para verte. Es un acontecimiento que reordena la casa, el ánimo y hasta la manera en la que miras tu ciudad. De pronto, los lugares que ya dabas por cotidianos se convierten en escenario. Enseñas el mercado donde ya te saben el nombre, el café al que siempre vuelves, la esquina que a ti te parece sin importancia pero que con sus ojos cobra una belleza nueva.
Las visitas también traen algo que no se puede medir: traen olor a casa, risas que no necesitan explicación, acentos que te colocan de golpe en tu punto de partida. Traen la certeza de que aunque hayas cambiado de lugar, lo esencial sigue intacto. Y al mismo tiempo, funcionan como espejo: al ver tu vida a través de ellos te das cuenta de lo que ya no te duele, de lo que ya no echas de menos, de lo que ahora te importa de verdad.
Después viene la despedida. Y con ella, ese eco extraño que se queda flotando cuando la puerta se cierra. La casa parece más grande, el aire suena distinto, el silencio tiene otro peso. Pero en ese vacío también hay una certeza: que las visitas confirman el movimiento. Que vivir fuera significa sumar de otra manera, con huecos y con presencias alternándose como estaciones.
Y pienso que, al final, las visitas son capítulos que marcan el tiempo. Son un recordatorio de que la distancia no solo separa, también acerca. Porque cada vez que alguien cruza medio mapa para estar contigo, el hogar se vuelve portátil y cabe, por unas horas o por unos días, en las personas.
Lo que la luz de invierno me enseñó sobre la paciencia
Lo que la luz de invierno me enseñó sobre la paciencia
La belleza se mueve más despacio cuando hace frío En invierno, la luz no grita. Susurra.
Se mueve baja, lateral, acariciando las superficies como si dudara en irse.
Y para fotografiarla, hay que moverse igual: más despacio, más atento. Aprendí que en invierno la foto no se toma: se espera.
Que las sombras se alargan y dibujan mapas invisibles.
Que el blanco de una pared puede volverse oro cuando el sol se inclina. Mi kit de invierno es mínimo, porque el frío no perdona:
📷 → Cámara ligera pero resistente a bajas temperaturas (afiliado Amazon)
📸 → Guantes finos para manejar la cámara sin congelarme (afiliado Amazon)
☀️ → Reflector dorado pequeño para calentar tonos (afiliado Amazon) La paciencia de la luz invernal me enseñó que la belleza no se fuerza.
Se acompaña, se observa… y solo entonces, se captura.
El poder de una sola imagen para contar una historia
El poder de una sola imagen para contar una historia
Una buena foto es una novela de un solo párrafo En un mundo de ráfagas infinitas, a veces olvido que una sola imagen puede contenerlo todo.
El tiempo, el clima, el olor de una calle, la emoción de un instante. Una buena foto no es solo bonita. Es precisa. Tiene todo lo necesario y nada más.
Como La joven de la perla de Vermeer o esa foto antigua de tus abuelos que aún guarda el temblor de sus manos. Cuando busco contar una historia en una imagen, me concentro en tres cosas: La luz – cómo acaricia o atraviesa la escena. El gesto – ese instante exacto en que algo se revela. El contexto – los detalles que sostienen la narrativa. Para esos momentos, necesito la máxima calidad con el mínimo equipo:
📷 → Mi cámara con sensor full frame para capturar todos los matices (afiliado Amazon)
🎯 → Mi objetivo 35mm f1.8 para narrar con cercanía (afiliado Amazon) Una imagen puede contener una vida entera.
La pregunta es: ¿sabrás reconocerla cuando aparezca?
El arte de fotografiar cuando no tienes inspiración
El arte de fotografiar cuando no tienes inspiración
Cuando el ojo está dormido, la cámara puede despertarlo Hay días en los que la cámara pesa más de lo habitual.
No porque sea más grande, sino porque no sabes a qué apuntarla.
La inspiración se esconde.
Te miras dentro y solo encuentras ruido. Pero la fotografía no siempre nace de la chispa.
A veces nace de la disciplina suave de salir aunque no haya ganas.
De disparar sin expectativas.
De dejar que el mundo, poco a poco, vuelva a abrirse. En esos días, me llevo lo mínimo:
📷 → Mi cámara ligera de “modo paseo” (afiliado Amazon)
📸 → Un objetivo fijo luminoso que siempre me salva (afiliado Amazon) Salgo a la calle sin buscar nada y, de repente, aparecen las pequeñas cosas:
la luz que se cuela entre dos edificios, un reflejo en un charco, un perro que espera junto a una puerta.
La inspiración no siempre llega antes de salir.
A veces está fuera, esperándote.a
4 películas que moldearon mi ojo fotográfico
De la infancia soñada al blanco y negro inquietante Siempre he sentido que la fotografía y el cine se dan la mano en la penumbra.
Ambas son formas de atrapar lo invisible.
Estas 4 películas no solo me han inspirado como espectadora, sino que han cambiado mi forma de encuadrar, de usar el color, de escuchar los silencios.
1. Moonrise Kingdom – Wes Anderson
Un verano detenido en ámbar.
La paleta de colores más suave y precisa que he visto en una pantalla. Wes Anderson me enseñó que cada objeto en el encuadre es un personaje, que el color no adorna: habla.
Su manera de trabajar la simetría me recordó que la composición fotográfica también puede ser un juego milimétrico sin perder poesía.
Cuando edito una foto con tonos cálidos y melancólicos, hay algo de Moonrise Kingdom respirando ahí.
2. Donde viven los monstruos – Spike Jonze
Esta película es la infancia salvaje y vulnerable en su forma más pura.
La luz dorada, las sombras profundas, el viento en los paisajes abiertos… todo parece contado desde la altura de un niño que se atreve a mirar a lo grande.
Me inspira a fotografiar desde el cuerpo, a moverme, a ensuciarme, a buscar perspectivas bajas, a dejar que el aire entre en la imagen.
La emoción no está solo en los personajes, sino en cómo la cámara acaricia el mundo que habitan.
3. La novia cadáver – Tim Burton
Oscura, melancólica y hermosa.
Me recuerda que la ausencia de color puede ser tan poderosa como su exceso.
La novia cadáver me enseñó a no temer a la penumbra, a encontrar belleza en los huesos, en las sombras, en lo inacabado.
Cada vez que trabajo en blanco y negro, pienso en cómo Burton da vida a personajes que parecen frágiles pero que arden por dentro.
4. The Trial – Orson Welles
Un laberinto de luces y sombras, de geometrías imposibles.
Es cine que se siente como un sueño incómodo y fascinante.
Sus planos alargados, sus encuadres oblicuos y su iluminación expresionista me inspiran para experimentar en fotografía con perspectivas poco convencionales y contrastes extremos.
De The Trial aprendí que a veces la incomodidad visual también es un lenguaje.
🎥 La fotografía cinematográfica es una escuela silenciosa: ver, analizar, absorber.
Estas películas son mi recordatorio de que cada imagen puede ser una historia, que el encuadre es un universo y que la estética también es emoción.
📸 Si quieres aprender a trasladar esta inspiración cinematográfica a tu forma de fotografiar:
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✴︎ THE COVENS TABLE ✴︎
✴︎ THE COVENS TABLE ✴︎
Un altar cotidiano para brujas modernas, alquimistas de la cocina y amantes del ritual
Este proyecto nació una vez que entendí que cocinar también puede ser un acto de magia.
Que un cuenco humeante puede ser un hechizo.
Que el fuego lento puede abrir portales.
Y que hay una parte de nosotras —intuitiva, ancestral, poderosa— que despierta cuando mezclamos ingredientes con intención.
THE COVENS TABLE es mi refugio sagrado donde se cruzan muchas de mis pasiones:
la fotografía, la alquimia de los alimentos, la poesía de los gestos cotidianos, la estética de lo simple y lo ritual.
Es una mesa invisible donde caben todas:
la que hace pan con las manos,
la que enciende una vela para escribir,
la que prepara un desayuno como si fuera un conjuro,
la que mezcla cacao con canela y se lo bebe en silencio.
Aquí se honra lo intuitivo, lo imperfecto, lo íntimo.
🌿 Comparto recetas que más que recetas son invocaciones comestibles
📷 Fotografías de ingredientes como si fueran personajes sagrados
✨ Objetos bellos y útiles que pueden formar parte de tu altar-cocina: morteros, infusores, cuchillos de otro siglo, cuadernos para recetas-ritual...
🔮 [→ Muy pronto compartiré aquí mis objetos favoritos para brujas de cocina (afiliado Amazon)]
📜 [→ Y si quieres ser de las primeras en volver a la mesa, puedes suscribirte aquí o seguirme en Instagram: @thecovenstable]
Porque no hay nada más poderoso que una mujer en su cocina, encendida por dentro, sosteniéndose con belleza.