Lo que la luz de invierno me enseñó sobre la paciencia
La belleza se mueve más despacio cuando hace frío
En invierno, la luz no grita. Susurra.
Se mueve baja, lateral, acariciando las superficies como si dudara en irse.
Y para fotografiarla, hay que moverse igual: más despacio, más atento.
Aprendí que en invierno la foto no se toma: se espera.
Que las sombras se alargan y dibujan mapas invisibles.
Que el blanco de una pared puede volverse oro cuando el sol se inclina.
La paciencia de la luz invernal me enseñó que la belleza no se fuerza.
Se acompaña, se observa… y solo entonces, se captura.
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