Aprender a mirar de nuevo
La cámara no ve, traduce lo que tú miras
A veces creo que la fotografía no se trata de mirar más, sino de mirar mejor.
De aprender a quedarte quieta frente a lo obvio, hasta que lo invisible se revele.
Vivimos saturados de imágenes.
Todo está diseñado para que mires rápido, para que no te detengas.
Pero la verdadera fotografía sucede cuando la mirada se ralentiza.
Cuando observas un reflejo en la taza de café, una sombra en la pared, una arruga nueva en tu rostro, y entiendes que eso también es una historia.
El ojo se entrena como un músculo
No con cámaras nuevas, sino con curiosidad.
Cada día intento mirar algo como si fuera la primera vez: la luz que cae sobre una silla, el vapor que sale de una olla, el rostro de alguien que amo.
No hace falta viajar lejos para encontrar belleza: solo hace falta cambiar la forma en que miras lo cerca.
📸 → Esta es la lente ligera que llevo siempre encima
🕯️ → Mi cuaderno visual donde anoto lo que observo cada día
Lo técnico viene después
Cuando la emoción aparece, la técnica se ordena sola.
La luz, el enfoque, la exposición… todo se ajusta al servicio de lo que sientes.
Por eso me gusta enseñar fotografía desde el cuerpo, no desde los botones.
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Mirar también es sanar
Fotografiar se parece mucho a meditar.
A veces disparo no para guardar una imagen, sino para entender algo.
El acto de mirar con atención es una forma de volver al presente, de reconciliarme con lo que soy.
La cámara no es una máquina para producir belleza.
Es un espejo que te devuelve tu forma de estar en el mundo.
Y cuando aprendes a mirar de nuevo, todo —absolutamente todo— se vuelve materia fotográfica.
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