
cuarto oscuro
"Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba. Como es adentro, es afuera; como es afuera, es adentro."
REVELACIONES

Dalí y Gala: un pacto de arte, amor y misterio
Visitar el castillo de Púbol es entrar en un hechizo.
Las paredes guardan un silencio extraño, como si cada piedra hubiese escuchado secretos demasiado grandes para contarse en voz alta.
Ese castillo no era solo un refugio: era un pacto.
Dalí regaló a Gala este lugar como quien entrega un altar. Pero no era un regalo cualquiera: le prometió que no entraría sin su permiso escrito. El genio del surrealismo, el hombre que se creía eterno, se arrodillaba ante la figura de Gala como si fuese sacerdotisa y oráculo.
En esas estancias todavía se percibe lo esotérico, lo ritual, lo oculto.
Dalí y Gala no vivieron el arte como un oficio, sino como una religión secreta.
Se rodeaban de símbolos, tarot, astrología, alquimia, sueños y obsesiones místicas. Creían en el poder de las imágenes como portales, como llaves.
Gala, tan enigmática como un arcano mayor, era más que musa: era médium, estratega, sacerdotisa de ese universo surrealista. Dalí decía que sin ella no habría sido Dalí. Que era su guía, su obsesión, su espejo.
Ella lo anclaba en la tierra y a la vez lo empujaba al abismo.
Caminar por el castillo es recorrer un escenario de devoción esotérica:
espejos que parecen puertas a otros mundos, muebles cargados de símbolos, jardines que aún susurran bajo las sombras.
Todo habla de un amor que fue también una conspiración artística y espiritual.
📸 Cuando fotografío estos espacios, siento que no estoy haciendo un simple registro documental.
Es como si cada encuadre fuese una invocación: el intento de atrapar la energía de dos seres que convirtieron su vida en obra de arte total.
Dalí y Gala vivieron entre la frontera del arte y la magia.
Y en Púbol, ese límite todavía arde en las paredes.